Gonzalo Villarino carga con su guitarra para emprender un nuevo camino. Una bifurcación en la ruta musical. Se despoja de la electricidad para contar nuevas historias. El fantasma de la pandemia parece asolar los espacios de su ciudad personal, su estación abandonada. Gonzalo elige cinco cápsulas narrativas para transitar su desarraigo. Cuando canta “Conmigo”, traza una línea que lo resguarda de la realidad. Tranquilo, el músico tiene una premisa: respetar el proceso. No discutir “El tiempo en pausa”. Escuchar el nuevo ritmo de las cosas. Buscar dentro de sí, en la más profunda intimidad, el grano de su voz. Hay en Gonzalo un oficio de cantor, un ímpetu por relatar sus vivencias de músico viajero. Ahora que los minutos parecen correr más lento, intuye que es una buena oportunidad para lanzarse a la aventura. Solo, más bien acompañado por la guitarra electroacústica, como en sus inicios. Gonzalo Villarino es un músico multi-instrumentista nacido en la ciudad de Santa Fe. Su primera incursión artística fue con Boreal, banda que teloneó a Rata Blanca, Guasones y Las Pastillas del Abuelo y llegó a presentarse ante unas 45.000 personas en el Estadio Único de La Plata en el marco del concurso Rockea BA. En 2015, inició su trayecto solista, el cual incluye un álbum autotitulado (2017) y "El tiempo en pausa" (2020). En la diversidad de referencias (estilísticas, generacionales) se entreteje el universo de Gonzalo. "Soy bastante cancionero", asume, conciliando su fascinación equilibrada entre el rock and roll furioso y la lírica sensible. Su natural eclecticismo, reflejado en los distintos formatos que ha indagado en estos años (solo, eléctrico, experimental) lo llevó a presentarse en muchos escenarios del país, participando en festivales municipales, provinciales y nacionales. Ha sido banda soporte en giras de Jaf y Abril Sosa y ha compartido fechas con Piti Fernández, Joystick y Radagast. Además, grabó con referentes del rock de Rosario como Ike Parodi (Vudú) y Lolo Luciani (Fluido). Consigo mismo o acompañado, Gonzalo Villarino ha ido hilando un sonido propio, distintivo, y al mismo tiempo, fresco.